Veinte inviernos entre las piernas siendo más independiente que cualquier felpudo republicano de Ikea.
¿Y cómo estoy?
Pues de puta madre, y con perdón por mi falta de cordura, pero no fui educada para tenerle que dar explicaciones a nadie de mis actos.
No me arrepiento de nada, porque Nada me explicó que los errores si no te matan de amor te hacen más fuerte, y así andamos poniéndonos de acuerdo mis lágrimas y yo de a quien le toca correrse ahora.
Dos décadas malviviendo y todas las que aún me quedan sí Dios me lo permite, para convertir las horas en sueños protagonizados por los inquilinos que se instalaron un día en mi vida y no hay joputa que los saque ahora, a eso que coloquialmente la gente llama, amigos.