“Sufrimos demasiado por lo
poco que nos falta y gozamos poco por lo mucho que tenemos”. William
Shakespeare.
Barrio obrero de Sanita en Nápoles allá por el Siglo XVII
donde anidaba la pobreza sin consideración.
El ensayista Luciano de Crescenzo
explicó en una entrevista el motivo de estos cafés.
“En Nápoles, cuando alguien estaba feliz
después de que algo bueno hubiese pasado, en lugar de pagar un café, pagaba
dos, el suyo y el del siguiente, dejando sobre la mesa el dinero para el próximo
cliente. Así llegaba un indigente, un vagabundo o una persona simplemente con
necesidades y tenía algo caliente que llevarse al estómago.”- Y sonreía
mientras relataba que “era como la compra de un café a la humanidad”.
Y hoy, cuatro siglos después aun existen personas que
desinteresadamente deciden pagar un café de más en las cafeterías para personas
que vendrán detrás y aunque desafortunadamente no consigan coincidir en el
establecimiento, estoy segura que de
forma no verbal en las duras noches de invierno mientras el frío se impregna
por el cuerpo y no se consiga encontrar una noticia buena en los telediarios,
los desafortunados que no les queda nada más que lo puesto agradecen poder
recordar aun el sabor de un café caliente mientras miran al cielo dirigiéndose
a algo o a alguien.
Admiro a todas las personas que consiguen demostrar cada día
que la calidad humana no se ha extinguido y ver que con poco se pueden
conseguir cosas tan valiosas que el dinero no puede aunque quiera comprar. Y del mismo modo que admiro, aborrezco a todo
corrupto que nunca comprenderá que lujo no es felicidad, que poder no es
belleza, que interés no es amistad y cantidad no es calidad.
Y de mientras me
encuentro yo intentando ir en primera y por inercia doy marcha atrás anotando
una cuenta mas que pagar por aferrarme a esta cobardía sin dar la posibilidad
mi cabeza de darle una tregua a mi corazón
durante tantos meses hasta que te encuentras en el punto exacto donde te das cuenta
de que las cosas no cambia tanto y seguir negando lo evidente es ridículo porque
todos podemos acostumbrarnos a vivir sin las cosas que amamos pero seria como
ir muriendo en vida lentamente, por ello tome la decisión de pagar todas mis
deudas para poder disfrutar cada día de mi café de las dos y media de la tarde
que sin el podría seguir respirando pero dudo que los ojos se me humedeciesen
sin su vapor y con ello no poder perderme acto seguido en el mar de tus ojos o
el olor tan intenso que sale de la cafetera cuando esta ya listo para servirse
y respiro lentamente disfrutando del placer que provoca en mis sentidos al
igual que hacen tus manos dibujando líneas por mi espalda cuando nos
encontramos cara a cara a menos de dos centímetros de distancia, líneas que por
el espacio se hacen infinitas como mis ganas de ser la única que te muerda la
boca y haga que se te olvide que mañana aun no es fin de semana.
Pero todavía nos quedan muchos cafés pendientes para hacer París cualquier rincón de esta ciudad o pantalones por el suelo a las cinco de la mañana en la habitación oliendo a sexo junto a nuestros cuerpos desnudos, agotados por el impacto dulce de tus caderas en mis nalgas y por eso desde hace un tiempo tengo envida de mi rimmel ya que la lluvia simplemente con tocarle hace que se corra por cada poro de mis mejillas y tu que prefieres taparte con un paraguas antes que estar mojado mientras nos declarándonos culpables de la subida del mar escuchando Nessun Dorma de fondo, fondo allá donde se encuentra mi cuarto aun con ganas de ti donde solía decirte que hoy hay tormenta desnúdate porque llueve por no llorar y parpadeando dos veces los ojos nos encontramos con invierno, nosotros dos que somos como Machado y Machín quedándonos aun tantas noches echándonos en falta, faltando un buenas noches imprevisto pero el optimismo me enseñó que el tiempo pone a cada beso en su lunar y yo sueño contando los tuyos haciéndolos un poco mios cuando de dos hacemos uno.
Y no olvides nunca que toda oferta tiene su contra oferta y aunque
nadie sabe que volví a merodear tu vida invitándote al café de retomar lo que dejamos
pendiente de seguir escribiendo hasta que se nos agoten las ganas de seguir intentándolo.