martes, 19 de noviembre de 2013

Cafés pendientes

“Sufrimos demasiado por lo poco que nos falta y gozamos poco por lo mucho que tenemos”. William Shakespeare.

Barrio obrero de Sanita en Nápoles allá por el Siglo XVII donde anidaba la pobreza sin consideración. 
El ensayista Luciano de Crescenzo explicó en una entrevista el motivo de estos cafés.
“En Nápoles, cuando alguien estaba feliz después de que algo bueno hubiese pasado, en lugar de pagar un café, pagaba dos, el suyo y el del siguiente, dejando sobre la mesa el dinero para el próximo cliente. Así llegaba un indigente, un vagabundo o una persona simplemente con necesidades y tenía algo caliente que llevarse al estómago.”- Y sonreía mientras relataba que “era como la compra de un café a la humanidad”.

Y hoy, cuatro siglos después aun existen personas que desinteresadamente deciden pagar un café de más en las cafeterías para personas que vendrán detrás y aunque desafortunadamente no consigan coincidir en el establecimiento, estoy segura que de forma no verbal en las duras noches de invierno mientras el frío se impregna por el cuerpo y no se consiga encontrar una noticia buena en los telediarios, los desafortunados que no les queda nada más que lo puesto agradecen poder recordar aun el sabor de un café caliente mientras miran al cielo dirigiéndose a algo o a alguien.
Admiro a todas las personas que consiguen demostrar cada día que la calidad humana no se ha extinguido y ver que con poco se pueden conseguir cosas tan valiosas que el dinero no puede aunque quiera comprar.  Y del mismo modo que admiro, aborrezco a todo corrupto que nunca comprenderá que lujo no es felicidad, que poder no es belleza, que interés no es amistad y cantidad no es calidad.  


Y de mientras me encuentro yo intentando ir en primera y por inercia doy marcha atrás anotando una cuenta mas que pagar por aferrarme a esta cobardía sin dar la posibilidad mi cabeza de darle una tregua a mi corazón durante tantos meses hasta que te encuentras en el punto exacto donde te das cuenta de que las cosas no cambia tanto y seguir negando lo evidente es ridículo porque todos podemos acostumbrarnos a vivir sin las cosas que amamos pero seria como ir muriendo en vida lentamente, por ello tome la decisión de pagar todas mis deudas para poder disfrutar cada día de mi café de las dos y media de la tarde que sin el podría seguir respirando pero dudo que los ojos se me humedeciesen sin su vapor y con ello no poder perderme acto seguido en el mar de tus ojos o el olor tan intenso que sale de la cafetera cuando esta ya listo para servirse y respiro lentamente disfrutando del placer que provoca en mis sentidos al igual que hacen tus manos dibujando líneas por mi espalda cuando nos encontramos cara a cara a menos de dos centímetros de distancia, líneas que por el espacio se hacen infinitas como mis ganas de ser la única que te muerda la boca y haga que se te olvide que mañana aun no es fin de semana.

Pero todavía nos quedan muchos cafés pendientes para hacer París cualquier rincón de esta ciudad o pantalones por el suelo a las cinco de la mañana en la habitación oliendo a sexo junto a nuestros cuerpos desnudos, agotados por el impacto dulce de tus caderas en mis nalgas y por eso desde hace un tiempo tengo envida de mi rimmel ya que la lluvia simplemente con tocarle hace que se corra por cada poro de mis mejillas y tu que prefieres taparte con un paraguas antes que estar mojado mientras nos declarándonos culpables de la subida del mar escuchando Nessun Dorma de fondo, fondo allá donde se encuentra mi cuarto aun con ganas de ti donde solía decirte que hoy hay tormenta desnúdate porque llueve por no llorar y parpadeando dos veces los ojos nos encontramos con invierno, nosotros dos que somos como Machado y Machín quedándonos aun tantas noches echándonos en falta, faltando un buenas noches imprevisto pero el optimismo me enseñó que el tiempo pone a cada beso en su lunar y yo sueño contando los tuyos haciéndolos un poco mios cuando de dos hacemos uno.


Y no olvides nunca que toda oferta tiene su contra oferta y aunque nadie sabe que volví a merodear tu vida invitándote al café de retomar lo que dejamos pendiente de seguir escribiendo hasta que se nos agoten las ganas de seguir intentándolo. 


sábado, 9 de noviembre de 2013

Elle Magazine


El año en que cumplí dieciocho por trescientos sesenta y cinco días y alguno más entre mis piernas, lo llevo marcado en la memoria como los lunares de mis rodillas.
Fue un tiempo difícil para los soñadores como dijo Amelie; hubo cambios de todas los grados posibles de alcohol que aquellos chupitos que Gonzalo, el camarero del Soho, nos invitó durante todo aquel verano.
Una auténtica revolución de hormonas éramos en cada taconeo de nuestros stilettos con la suela recién estrenada por las calles de Barcelona simulando una versión española de las chicas de sexo en Nueva York queriendo conquistar el mundo con nuestros tacones como dijo hará algún tiempo Bette Midler. 
Adolescentes de espíritu alternativo que al igual que la canción de Cyndi Lauper sólo queríamos pasarlo bien, sin tener que dar explicaciones a nadie del movimiento de nuestras caderas.

De muchas primeras veces la ciudad cosmopolita del Mediterráneo podría escribir una novela sólo con nuestras vivencias donde nos dejábamos llevar por el verde esperanza de sonrisas creyendo que el mundo estaba bajo nuestros pies mientras saltábamos en la cama con "love is all I got" de Crystal Fighters a todo volumen dejando simultáneamente sin aliento y menos sola nuestra habitación de aquel apartamento en carrer de la Boquería siendo testigo de aquellos pájaros con jeans de Fornarina que estaban aprendiendo a volar por su cuenta.
Barcelona me enseñó que los ideales opuestos de dos personas pueden ser irrelevantes si los sentimientos al igual que las pilas se atraen o que no existe ningún patrón del que la gente tenga que guiarse ya que cada persona tiene su estilo diferente y no por ello deja de tener buen gusto. 
Y esa fue la razón que utilicé para que mi recién estrenada tarjeta de crédito echase más humo que los cigarros Karelia que me fumaba mientras me tomaba unos martinis entre Custo y Manolo, mis hombres favoritos.

Hacíamos promesas nocturnas a la orilla del mar tumbadas en los sofás tomando mojitos de fresa y daikiris al ritmo de "girl from Ipanema" mientras los globos de luces se llevarían nuestros sueños escritos a tinta en papelitos creyendo que se harían realidad bajo la teoría de las estrellas. 



La teoría dice que las personas podemos ser como las estrellas dependiendo de cuantas cosas de nosotros mismos hayamos transmitido de forma involuntaria en beneficio de alguien, ya que, el brillo de cada uno será reflejado en una serie de instantes mientras exista una persona que de las gracias por tu aportación a su mundo particular, al igual que una estrella en la inmensidad del universo.